Es condición sin equanon para iniciar una experiencia "X", estar dispuesto a la variabilidad de esa "X" cuyos límites de posibilidades tienden al infinito.
El conocimiento de la experiencia requiere la inmersión (es decir, inmolarse) en la misma poniendo en juego la integridad de la poca salud mental que podemos pregonar.
No se crea que la experiencia es una película de acción y los incursionistas simples expectadores en una sala de cine (dijo Badiou). Es necesario comprender que una vez dentro de la experiencia, esta nos modifica y nosotros la modificamos a ella. Nada vuelve a ser igual.
Es en este momento donde nace la duda ¿estábamos tan dispuestos?
Tarde piaste.
La experiencia va creciendo con la marea y se eleva en una ola hasta tocar la cresta (que también puede ser entendido como el fondo del mar, en función del sentido de la directriz)
Como un cuerpo sin vida que después de hundirse entra en licuefacción, salimos hacia la superficie (o en su defecto la ley de la gravedad nos hace bajar).
La conclusión de la misma trae aparejado una vaga sensación de vacío que paradójicamente se parece a la tristeza y a la felicidad, ya que todo final implica el comienzo de algo nuevo.
Cande
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario